Querida Lucrecia,

comienza abril - ya sabes, "the cruellest month" de nuestro admirado Eliot - y, ciertamente, me asalta con una historia cruel, contada en primera persona por uno de sus protagonistas:

- El día más triste

«Mi hermana discutía con mi padre y yo intervine. Finalizada la discusión, cerré: "Vamos a comer". Mi padre avanzaba por el pasillo, yo iba detrás y Rosa, detrás de mí. Comentó algo como "no es justo..." y a mí sólo se me ocurrió replicarle: "Rosa, por favor, no nos hagas sufrir más". Jamás olvidaré su mirada. No era de rabia. Era una mirada vacía. Salió corriendo y al instante vi todo lo que iba a suceder. Arranqué a correr tras ella. Soy rápido, pero ella lo fue más y se metió en mi habitación. Cuando entré, usaba mi cama como trampolín. Era primavera. La ventana estaba abierta. Tengo grabado ese momento, esa fotografía en que veo el cielo y a ella que salta. Saltó sin mirar atrás y yo por poco caigo con ella; no la toqué, pero la sentí, acaricié el aire que removió al caer. Vi cómo golpeaba el suelo. Yo he visto a mi hermana reventar. Desde el alfeizar de la ventana, con los ojos aterrados, lo vi todo.»

Lo cuenta Manel Estiarte, medalla de oro olímpica en waterpolo, en su autobiografía. Rosa, su hermana, tenía 25 años; él, 22.

El extracto aparece reproducido en un suplemento dominical entre anuncios de bolsos de marca y cremas reductoras. Crueldad sobre crueldad.

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